En la cordillera de San Fernando, Región de O’Higgins, se encuentra la mayor zona englaciada de los Andes centrales. Un área prácticamente inexplorada que combina cumbres de cinco mil metros, paredes de granito y campos de hielo de acceso restringido, ya que sus entradas principales son a través de terrenos privados. Una expedición acaba De estar allí y cuenta la experiencia.
Llevaban cinco horas subiendo por la ladera sur del volcán Palomo cuando, de un instante a otro, a Hernán Rodríguez se lo tragó la nieve.
“De pronto el suelo se abrió bajo mis pies y todo desapareció en un segundo”, recuerda Solo un paso antes, Rodríguez ni siquiera era capaz de escuchar qué sucedía a 30 centímetros de distancia de donde iba caminando. Pero ahora, colgando hacia el vacio, sentía furibundos cada uno de los latidos de su corazón. Había caído a una grieta, el gran peligro que los acechaba a él y sus compañeros en la zona donde se encontraban en este momento. Su vida pendía literalmente de un hilo.
En la superficie, unos metros más atrás, su compañero Raimundo Olivos sujetaba fuerte la cuerda que los tenía amarrados y, desesperado, comenzó atirar hacia arriba “No pasaron más de cinco minutos y ya estaba afuera”, cuenta hoy Rodríguez, sano y salvo, poco más de un mes después de una experiencia que lo tuvo al borde de la muerte. “Con Raimundo nos abrazamos de inmediato y agradecimos que no nos pasó nada.
Ahora solo quedaba reír de nervios, de sorpresa, de alegría”. De septiembre recién pasado, un equipo de seis montañistas y esquiadores realizaron una expedición de 1 días por uno de los sectores menos explorados de Chile: el llamado Campo de Hielo de la Región de O’Higgins, un desconocido conjunto de glaciares que, sumados, conforman la mayor masa englaciada de la zona central Pese a su relativa cercanía —está ubicado en la cordillera de San Fernando—, es un lugar donde muy poca gente ha estado, fundamentalmente por sus dificultades de acceso. Para alcanzar este enorme campo de hielo hay que pasar por terrenos privados o caminar y escalar durante varios días, algo que parece reservado solo para unos pocos aventureros. La entrada más expedita es a través del fundo Los Maitenes, ubicado en la zona alta del río Tinguiririca. Por allí existe incluso un camino vehicular que pocos metros del glaciar Universidad (ver mapa), en cuyos alrededores funcionan centrales hidroeléctricas de las empresas Tinguiririca Energía y Pacific Hydro. Pero sin el permiso de los dueños, es imposible ingresar.
La segunda, mucho más compleja, consiste en avanzar por la Reserva Nacional Río Los Cipreses, perteneciente a Conaf, para luego escalar una difícil pared y encaramarse en el glaciar Cipreses, Pero esta no es una ruta oficial de esta área protegida, así que requiere de una autorización especial Y la tercera, la que siguió este equipo y también difícil, es ingresando a través del desconocido valle del Cortaderal, que comienza a la altura de la localidad de Chacayes, pero esto implica recorrer 10 kilómetros en auto y 30 a pie o a caballo hacia la cordillera antes de recién alcanzar la masa de hielo, y también contar con el permiso de sus dueños, ya que los terrenos son privados.
“Nosotros conseguimos esa autorización, y para acortar la entrada por el valle, tras muchas gestiones, pudimos llegar en helicóptero hasta los 3.000 metros de altura, en la laguna del Cortaderal, y luego avanzamos hacia el glaciar”, cuenta Raimundo Olivos, montañista rancagúino, atleta Lippi y líder de la expedición, en la que además participaron Hernán Rodríguez, Galo Viguera y Claudia Aliaga, junto alos fotógrafos Patricio Díaz y Cristóbal Clement “La cordillera de los Andes todavía tiene valles vírgenes, jamás visitados. Eso es un privilegio enorme para quienes nos gusta la exploración y el deporte en la montaña. De hecho, apenas había información sobre este valle: solo encontramos registros de una expedición de fines de los sesenta y otra de 2013″, agrega Olivos.
Precisamente, el objetivo era explorar una zona apenas documentada, pero de relevancia cada vez mayor en tiempos de sequía y cambio climático; y en términos deportivos, lograr registros invernales como el primer descenso en esquí del volcán Palomo (4.860 metros), la cumbre más emblemática de este lugar, donde todavía hay cerros que ni siquiera tienen nombre. Todo esto será contado en el documental Andes indómito, que espera estar listo en abril de 2021. *Yo soy fanática de Google Earth y siempre ando mirando montañas”, dice la esquiadora Claudia Aliaga. “Había escuchado que era bueno para escalar por sus paredes de granito, pero no había fotos, no había nada. Así que ir para allá Tenía un gustito especial, por la exploración, la incertidumbre. Nunca pensé que era tan bueno para esquiar. Es increíble pensar que está aquí mismo en la zona central, pero la gente no lo conoce.
Aunque en realidad, la cercanía depende de cómo lo mires: si dependes de tus pies para salir y llegar al pueblo más cercano, en realidad queda muy lejos”. Historia glaciar Los primeros estudios científicos del Campo de Hielo de O’Higgins datan de 1956 y fueron hechos ni más menos que Por el padre de la glaciología moderna, el francés Louis Lliboutry. Ese año, Lliboutry organizó la primera expedición al glaciar Universidad, que por entonces no tenía ese nombre.
Él lo bautizó así en honor a la casa de estudios que lo había traído a nuestro país para hacer clases: la Universidad de Chile, Para llegar hasta allí, Lliboutry utilizó como documentación las fotos aéreas que entre 1944 y 1945 había tomado la Fuerza Aérea de Estados Unidos de las montañas y glaciares de Chile, como parte de un programa de Vuelos llamado Trimetrogón.
“Años después, Lliboutry dijo que toda esta zona de montañas y glaciares desde la Región de O’Higgins hasta la Región Metropolitana debiese ser un gran parque nacional, ya que reúne todas las condiciones de interés”, cuenta Hans Fernández, candidato a doctor en Geografía de la dad Católica y miembro de la Fundación Glaciares Chilenos, quien está finalizando su tesis precisamente sobre estos glaciares. Su objetivo es reconstruir la historia glacial de Chile central, y este campo de hielo es ideal para esa investigación “Esta esel área englaciada más grande de la Zona Central. Sumando los hielos del glaciar Cipreses, Palomo, Cortaderal y Universidad, se alcanza una superficie cubierta de hielo de casi 50 kilómetros cuadrados. Además, los registros glacíales en el paisaje son excepcionales.
En el caso del valle del glaciar Universidad, podemos encontrar huellas del glaciar hasta 20 kilómetros valle abajo, Esto nos hapermitido fechar su historia desde los últimos 20 mil años hasta hoy”. Las primeras investigaciones de estos glaciares se realizaron durante los años 50 y 60, y recién después del año 2000 se han retomado los trabajos científicos en el área.
Además, explica Fernández, como se trata de una zona de acceso restringido y donde ha habido poca intervención humana —salvo la central hidroeléctrica de paso que está en el sector del glaciar Universidad, todavía no hay otras faenas industriales o mineras— los glaciares y el paisaje de alta montaña de este lugar se han mantenido excepcionalmente bien conservados. “Los glaciares de la Región de O’Higgins muestran un comportamiento interesante. El retroceso no es tan marcado como, por ejemplo, en los glaciares de Patagonia. Estos glaciares y, en general los de Chile central, muestran un estancamiento y adelgazamiento en sus partes bajas. Esto promueve que el frente de los glaciares se vaya cubriendo gradualmente de escombros.
Aunque no existen modelos de cómo será la evolución de estos glaciares, es probable que se estén transformando en glaciares de roca, que es básicamente la existencia de hielo debajo de una cobertura de escombros”, agrega.
Según el investigador, una de las características notables de este campo de hielo es que está en un cordón montañoso —la Sierra del Brujo— compuesto de granito, algo muy raro de encontrar en la cordillera del Chile central. “Este paisa je de alta montaña, modelado por la acción de los glaciares, es muy parecido a lo que existe en la Patagonia”, dice Fernández. Precisamente, esta inusual mezcla entre hielo, montañas de cinco mil metros de altura y paredes de granito hizo alucinar al grupo de expedicionarios que estuvo recientemente allí. “Es como tener en un mismo lugar a las Torres del Paine con los Campos de Hielo PatagóNico”, describe Raimundo Olivos.
“Las paredes son de ese granito naranjo como el de las Torres del Paine, y los glaciares son planos y extensos, con poca pendiente, y se comen valles completos, Por eso, las posibilidades para abrir rutas aquí son infinitas”. El potencial del hielo El equipo de Olivos intentó realizar un ascenso por la cara norte de la Torre del Cortaderal, subiendo por un canalón de dos metros de ancho, con una pendiente de 50 grados, pero no lograron llegar ala cumbre: durante la escalada el frío les comenzó a congelar los pies, la noche se acercaba y los desprendimientos de rocas eran cada vez más frecuenTes, asi que decidieron volver. Lo que si lograron fue subir el volcán Palomo, que luego bajaron esquiando. “Desde la cumbre del Palomo el paisaje es inolvidable”, asegura Olivos. “Se ven los valles del Cortaderal, del río Cipreses, del Tinguiririca, del Cachapoal y de las Leñas, Además, los glaciares del Palomo, Cortaderal, Universidad, Mañke y Cipreses, entre otros, e increíbles formaciones rocosas.
No terminas de ver blanco por todos lados”. Una vez de regreso en el campamento base, el equipo debió soportar los rigores del clima de alta montaña: durante el viaje les tocaron temperaturas de 25 grados bajo cero y tres días de tormenta que apenas les dejaron salir de la carpa Cuando tuvieron las ventanas, salieron a explorar los alrededores y escalaron estéticos cerros de granito, como uno de 3.555 metros con forma de aleta de tiburón que no registraba ascensos y que bautizaron como Punta Mako.
El undécimo día de expedición emprendieron el regreso, el cual terminó siendo un auténtico Vía Crucis: con casi 40 kilos de equipos en la espalda, baja= ron esquiando un primer tramo y cuando ya no se pudo, siguieron a pie, cruzando ríos y atravesando terrenos duros y pedregosos. Los mismos 40 kilómetros que habían hecho en helicóptero para llegar a la entrada del glaciar Cortaderal, ahora tuvieron que recorrerlos por cuenta propia. Solo el encuentro con unos arrieros que los esperaban más afuera pudo aliviarles el final de la travesía, que en total duró alrededor de 15 horas. La experiencia que vivieron en el Campo de Hielo de O’Higgins todavía está fresca en la memoria de Olivos y su equipo. Hoy, ellos se sienten privilegiados al haber podido recorrer un impresionante lugar de los Andes centrales que muy poca gente conoce, debido fundamentalmente a las dificultades para entrar. “Este valle tiene un acceso privado y probablemente munca van a dejar pasar a alguien caminando”, lamenta Hernán Rodríguez. “Para nosotros es fuerte mostrar estas imágenes y contar lo que hicimos, porque cuando nos preguntan cómo se llega hasta ahí, tenemos que decir que nose puede. Existe un dilema entre abrir o no estos lugares. Yo creo que todavía nos falta cultura de montañ: porque es cierto que hay gente que no cuida, que bota basura, que quema los árboles.
Todos tenemos derecho a llegar a estos lugares, pero debe ser acompañado de una educación de por medio muy importante”. Para Raimundo Olivos, el Campo de Hielo de O’Higgins y su espectacular cordón de montañas de granito podría convertirse en un atractivo turístico de nivel mundial.
“Si se abriera de forma planificada y controlada, si existieran refugios para escaladores y senderistas, el turismo en la región podría dispararse”, dice. “Extranjeros que van a Chamonixo alos Alpes podrían venir a Rancagua para abrir rutas de montaña. Este es un diamante en bruto, con un potencial tremendo”